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Brujas ya no es Erasmus

  • Foto del escritor: Miguel Angel del Valle
    Miguel Angel del Valle
  • 2 mar 2019
  • 6 Min. de lectura

Afortunadamente, podríamos añadir; porque aquella capital de los ‘mossels’, las patatas fritas y la mochila a la espalda ha devenido en un destino cultural y cosmopolita alejado de los tópicos.



 

A veces parar es la única manera de entender. Es la premisa (fácil planteamiento, dificilísima ejecución) de ese modo de ver la vida llamado slow life y que tiene en Brujas un festival anual que celebra, precisamente, la desaceleración y el tiempo lento; que reivindica lo importante frente a este día a día de tonterías en torno a lo urgente.



Se llama SLOW (36h, the slower the experience, the more intense the memory’) y pretende algo tan sencillo como eso: treinta y seis horas donde parar y hacer una pausa, escuchar cantos sufíes, caminar lento por la ciudad —qué diferente es una ciudad cuando la miras sin prisa—, estremecerse ante el universo de Terrence Malick o Sigur Ros y cocinar platos ecológicos en torno a una despensa absolutamente local.


Precisamente así nació el movimiento slow de la mano de Carlo Petrini: fue el día que plantaron un Mcdonalds en la Plaza de España, en la città eterna, Roma.


Como una repulsa ante el rodillo de lo inevitable y de allí hasta el slow travel y este festival que es también un bonito símbolo de lo que está sucediendo en Brujas, esa ciudad 'universitaria’ y bellísima que tenemos irremediablemente asociada a aquellos primeros viajes por Europa; a la estética Erasmus, las mochilas en el vagón del tren y el relámpago que es ese tránsito entre la adolescencia y la madurez.


Brujas, Praga, Lisboa o Bolonia, todos quisimos ser un poco Ethan Hawke y Julie Delpy en esa obra maestra llamada Antes del amanecer y volver a vernos seis meses después en la estación de tren de Viena; yo hice también aquella promesa en otro escenario. Pero nunca volví.


“Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde —como todos los jóvenes, yo vine / a llevarme la vida por delante”; nadie como Gil de Biedma para traducir nuestra melancolía de lo que fue y de lo que fuimos, por eso siempre entendí que era imposible disociar un destino de la nostalgia: no se puede.

Lo que sí se puede es volver con otros ojos a aquellos lugares donde fuiste otro yo, un ‘yo’ quizá no tan angustiado por las prisas y el bálsamo del ratito frente a Netflix, un ‘yo’ capaz de emocionarse en cada calle y ante cada pequeña aventura: eso es viajar.


Por eso quizá sea momento de volver a Brujas y redescubrir un ciudad fascinante y cosmopolita; un pedazo de historia en piedra donde la artesanía y la mirada hacia la cultura colorean cada rincón de cada calle.


El empedrado medieval del centro histórico (que forma parte de Patrimonio Mundial de la UNESCO), los canales serpenteantes, las murallas verdes y un sinfín de tienducas donde reina el amor por lo bien hecho.


A ese puñado de tenderos —que bellísima profesión— y artesanos lo han llamado #LocalLove: desde la caligrafía de Natalie (y su gato Namasté) en Simbolik a los sombreros hechos a mano en Baeckelandt, desde los millones de libros en Boekhandel De Reyghere al diseño de cada pieza en Goûts et Couleurs.


El arte sigue presente, porque nunca se fue, entre los pasillos de Groeninge o cada una de las galerías y anticuarios que recorren este plató trufado de canales en esa otra maravillosa película: Escondidos en Brujas.



Y el hedonismo, claro; porque hoy no pretendo rendirme a los tópicos (ni a los mossels, las patatas fritas ni el chocolate) hoy toca disfrutar del talento de Patrick Devos y ‘su alta cocina verde’ que demuestra que lo saludable también puede, ¡y debe! ser emocionante, de la creatividad de Dries Cracco y Tomas Puype en Franco Belge (quizá el gastronómico más en forma de Brujas) hasta el producto estratosférico en la barra de Deldycke.


Comer, beber y vivir allá donde fuiste feliz; no es mal plan, ¿no?






Algunos dicen que Brujas es un museo al aire libre. Y para ser sinceros, no les falta razón. El centro de la ciudad es patrimonio cultural de la UNESCO, con obras maestras por todas partes y un ambiente animado día y noche: regálate la vista disfrutando de todo lo que te rodea. ¿Sabías que se dice que Venecia es la Brujas del sur? ¿O es al contrario?


1. Piérdete por la ciudad



Todo el centro de Brujas está catalogado como patrimonio cultural de la UNESCO. ¿Quieres comprobar por qué? Pasea por una de sus múltiples callejuelas sinuosas y déjate llevar adonde tus pies te dirijan. Si nos permites un consejo, te recomendamos que visites la Iglesia de Jerusalén, un lugar de culto construido en el siglo XV por una adinerada familia española, monumento singular y macabro cuyo grotesco altar está adornado con calaveras. No es algo que se vea todos los días.


2. Obras maestras por todas partes



El Museo Groeninge es la galería de arte más prestigiosa de Brujas. En este museo se exhibe una soberbia colección dedicada a los pintores clásicos: Primitivos Flamencos y artistas del Renacimiento. ‘La Virgen del canónigo Van der Paele’, de Jan Van Eyck, es una de las piezas más importantes de la colección y una obra de exquisito detalle. También encontrarás lienzos de pintores surrealistas pioneros como Paul Delvaux y René Magritte. ¿Buscas algo más que bellas artes? Ve al Choco-Story, un museo dedicado a una de las especialidades belgas: el chocolate.


3. Una ciudad con pulso



Brujas es una ciudad animada, dinámica y joven con una cultura particular. No dejes de visitar Cactus, una sala de conciertos que organiza su propio gran festival en verano. Otras opciones son Republiek (un magnífico bar junto al cine Lumière), el local de jazz De Werf o el Bar Jus, donde podrás degustar el mejor vino de la ciudad. También merece la pena que te des una vuelta por Entrepot, el lugar idóneo para dar rienda suelta a la creatividad, y donde se desarrollan proyectos musicales, culturales, teatrales y otras expresiones artísticas.


4. Ve a la playa


Lo decimos en serio, ve a la playa. Está a un paso. Si quieres alejarte del centro, alquila una bicicleta y date un paseo hasta la costa. En media hora llegas a Zeebrugge (que literalmente quiere decir: Brujas del Mar). El sitio perfecto para una excursión relajante por la costa o para adentrarte en las dunas. Si prefieres mezclarte con los chicos y chicas de la playa, déjate caer por el club de surf Icarus. Allí es donde van todos los surferos a pasar el rato y disfrutar de la vida.


5. Brujas de noche


Una experiencia obligada para las almas dulces y románticas. Si durante el día Brujas es magnífica, por la noche es simplemente irresistible. Espera hasta la puesta de sol y sal a pasear por la ciudad medieval. Contemplarás estatuas, fachadas y monumentos asombrosamente iluminados. Si aún quieres más tranquilidad, deambula por Minnewater. En el centro del parque hay un hermoso lago, al que los lugareños llaman el lago del amor. Y con eso está todo dicho.


6. Entrevista con un vampiro



El bar más raro de Brujas es, sin duda alguna, Lucifernum: un antiguo templo masónico convertido ahora en el inusitado mundo del increíblemente extraño Willy Retsin, un autoproclamado vampiro. Toca la campana y gustosamente te dejará entrar para que tomes algo, rodeado de antigüedades singulares y siniestras obras de arte. Será una velada interesante, eso seguro. ¡Solo abre los fines de semana! Los entusiastas de los recuerdos pueden ir a De Bierboom, un café y tienda de cervezas donde encontrarás más de 150 tipos de cerveza diferentes. Rudy, el propietario de la cerveza Valhalla, estará encantado de responder todo lo que quieras saber, así que siéntete libre de preguntar.


7. Una iglesia actual y contemporánea


La Iglesia de la Magdalena aparenta ser un lugar de culto convencional, pero no lo es. En su interior alberga un auténtico santuario de experimentos: exposiciones de arte, conciertos, juegos, fiestas temáticas japonesas, un lugar donde casi todo es posible, incluso podrás ver una mecedora colgando del techo. Si quieres visitar una iglesia en un sentido más tradicional, ve a la Iglesia de Nuestra Señora. Allí se encuentra la escultura de Miguel Ángel: ‘Virgen con el Niño’. Esta obra clásica es a Brujas lo que la Mona Lisa es a París: No te la puedes perder.


Ten por seguro que en Brujas siempre encontrarás algo a tu gusto.


 
 
 

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Escribo en este blog, como medio de comunicación para publicar todas mis acciones por medio del turismo....

 

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